Encarnaciones
Hundido el rostro en tu
cabello, aspiro
el sofocante aliento de la
noche
que allí estancado humea y
flota como el sueño.
Todo el inmenso espacio
pesadamente yace
sobre esta tibia tierra
adormecida,
sobre el cuarto y el lecho y
nuestros miembros,
y la casi secreta agitación
que mueve nuestros pechos.
No respiramos aire,
respiramos silencio;
un gran silencio inmóvil
que cubre nuestra piel
desnuda
como oscuros aceites.
Y de pronto,
siento que mi ternura me
desborda y anega,
que también con la sombra te
acaricio,
y te abrazo también con el
espacio,
y te rozo los labios con el
aire;
que toda esta solícita
violencia
es también este vasto
silencio conmovido
que arrojado de bruces
encima de nosotros
se asoma a nuestro amor,
y lo recorre entero un
estremecimiento,
sollozo cálido, ala del
destino.
Dime mujer
(Para Luci Fernández de
Alba, que se sorprendió)
Dime mujer dónde escondes tu
misterio
mujer agua pesada volumen
transparente
más secreta cuanto más te
desnudas
cuál es la fuerza de tu
esplendor inerme
tu deslumbrante armadura de
belleza
dime no puedo ya con tantas
armas
mujer sentada acostada
abandonada
enséñame el reposo el sueño
y el olvido
enséñame la lentitud del
tiempo
mujer tú que convives con tu
ominosa carne
como junto a un animal bueno
y tranquilo
mujer desnuda frente al
hombre armado
quita de mi cabeza este
casco de ira
cálmame cúrame tiéndeme
sobre la fresca tierra
quítame este ropaje de
fiebre que me asfixia
húndeme debilítame envenena
mi perezosa sangre
mujer roca de la tribu
desbandada
descíñeme estas mallas y
cinturones de rigidez y miedo
con que me aterro y te
aterro y nos separo
mujer oscura y húmeda
pantano edénico
quiero tu ancha olorosa
robusta sabiduría
quiero volver a la tierra y
sus zumos nutricios
que corren por tu vientre y
tus pechos y que riegan tu carne
quiero recuperar el peso y
la rotundidad
quiero que me humedezcas me
ablandes me afemines
para entender la feminidad
la blandura húmeda del mundo
quiero apoyada la frente en
tu regazo materno
traicionar al acerado
ejército de los hombres
mujer cómplice única
terrible hermana
dame la mano volvamos a
inventar el mundo los dos solos
quiero no apartar nunca de
ti los ojos
mujer estatua hecha de
frutas paloma crecida
déjame siempre ver tu
misteriosa presencia
tu mirada de ala y de seda y
de lago negro
tu cuerpo tenebroso y
radiante plasmado de una vez sin titubeos
tu cuerpo infinitamente más
tuyo que para mí el mío
y que entregas de una vez
sin titubeos sin guardar nada
tu cuerpo pleno y uno todo
iluminado de generosidad
mujer mendiga pródiga puerto
del loco Ulises
no me dejes olvidar nunca tu
voz de ave memoriosa
tu palabra imantada que en
tu interior pronuncias siempre desnuda
tu palabra certera de
fulgurante ignorancia
la salvaje pureza de tu amor
insensato
el gemido limpísimo de la
ternura
la pensativa mirada de la
prostitución
la clara verdad cruda
del amor que sorbe y devora
y se alimenta
el invisible zarpazo de la
adivinación
la aceptación la comprensión
la sabiduría sin caminos
la esponjosa maternidad
terreno de raíces
mujer casa del doloroso
vagabundo
dame a morder la fruta de la
vida
la firme fruta de luz de tu
cuerpo habitado
déjame recostar mi frente
aciaga
en tu grave regazo de
paraíso boscoso
desnúdame apacíguame cúrame
de esta culpa ácida
de no ser siempre armado
sino sólo yo mismo.