Mylène
Guardo
la foto de una alemana en una carpeta electrónica
sigo
en la línea de tijera que corta y deja caer
tengo
la foto de una alemana en la cartera
pero no tengo ninguna
de Mylène como fondo de pantalla
tengo un gato metafórico dentro
del baúl del fuego
no tengo ningún libro en la
repisa de las horas
tengo una beca alimenticia
soy un pendejo hijo de la
chingada
cuando salgo a la calle y miro
mis manos
veo en la cuenta la foto de la
alemana junto a un mexicano
y pienso en Mylène cerca de Rennes Bretaña
canto en la península al metro de sus ojos y a su altura que rebasa
a la mía
a su semana en Huamantla en el
albergue del volcán extinto
nada sabe más feo que saberme
parricida de los propios demonios
ahora que sostengo el crucifijo
de Mylène cerca de los libros
vivo temblor de sus labios/ en el
rictus de la duermevela
veo mi Facebook abro el twitter y
tecleo Mylène
Mylène Mylène Mylène una vez dos
veces veinticuatro veces
observo las máquinas que la
llevarán lejos
me desplomo en el cuarto y
encabalgo metáforas hacia las garrafas
nada puede levantarme
nada cerca de mi mano y de mi
tumba abierta cerca de Nantes o Condesa
Mylène suena otra vez y me cuenta
que Bretaña
es un lugar en Francia al oeste
cerca de la morgue
–me confundo en el este y la
nombro en Alsacia–
que no es Inglaterra esa isla al
noroeste
menciono a Normandía y la observo
veo los libros sobre las repisas
la mala poesía los coloquios
absurdos de las horas las mujeres
me mareo y canto en la península
me repleto de esquinas por las
veredas nocturnas
es un absurdo ser un traidor
viviendo en tierra de nadie tlaxcalteca
ni siquiera Mylène sabe ubicar mi
furia
nadie sabe en dónde se excavará
mi tumba.
Peces
Al
fin las niñas saben
que
las ninfas esconden sátiros entre sus piernas.
Los
peces no surcan dos veces la misma sinalefa
ni
las ninfas se empalman beso a beso con el mismo perro obeso.
Hay
veces en que la muerte decora las uñas de los desahuciados
para
que arañen con coquetería cuando ella los degluta.
Al
fin las niñas saben
que
la muerte y los peces ocultan testimonios
de
mares nunca surcados por segunda vez y que hay que ser precavidos
con
la presa prometida al sujetarle el tobillo.
Ellas
saben que las ninfas cuentan horas en los muslos al levantarse el salitre de
sus
vestidos
suscitan
en sus senos cataplasmas prematuros
saben
de la muerte a uña y a saliva
saben
que son propensas a la inmolación de sostenes medias encajes y condones
vaginales
saben
ciertamente que no es muerte si no es bueno el arañazo
desprender
la piel y desollar el alma
untar
a mansalva los riegos del barniz el manicure y la saliva.
Las
niñas saben
que
las ninfas son hijas de la muerte:
que
decoran las uñas de los desahuciados y escogen entre mendigos y modelos
los
más propensos al germen de sus labios
el
cual bulle por la incurable levedad de pantomimas rítmicas
y
tráficos congestionados por la carretera angosta-memoriosa de sus cuerpos.
Al
fin las niñas saben
qué
ocultan las ninfas debajo de sus faldas
se
levantan el meñique y tocan fondo
gritan
aplauden se desmayan resucitan
enloquecen
piden más…
arañan
y mueren abruptamente en el metro del orgasmo.
Ahora
saben que es mejor entrarle de una u otra forma
que
aburrirse mansamente por casamiento o noviazgo sin nada de malicia.
Las
niñas y las ninfas saben por la muerte
que
es mejor coger con un poeta sin dar permisos ni arrepentimientos.
No
apretarse los calzones, correrse el rímel y correrse de rímel en sábanas
circunferentes.
Es
mejor hacerse manicura antes de hacerlo en un hotel con la luz encendida.
La
muerte y los peces son muy buenos contratistas.
Las
niñas bien saben bien hacerse ninfas:
Los
peces no cruzan dos veces la misma sinalefa
hay
veces en que la muerte decora las uñas de los desahuciados
y
las ninfas cuentan horas en los muslos al levantarse sus vestidos.
Poemita
El
amor es un basilisco; la mujer, un zaratán… ¿una sirena…? El amor y la mujer
son urobobos.
Herida
A
Héctor Carreto
Metí
los dedos bajo su falda blanca,
y
removí la delicada tela
esperando
acariciar la culpa.
Metí
los dedos en la herida
debajo
del levísimo algodón de azúcar.
Ella
anhelaba ser herida
y
yo necesitaba escribirle poemas:
por
eso levanté los cielos de esa tela
y
desde ahí las metáforas fueron precisas,
coloqué
el puñal por las caderas,
la
pluma en la cintura y la columna,
la
sinestesia entre el vientre y el sostén caído,
mojé
con ritmo los labios y los ojos;
más
abajo, palpé con metonimia los muslos,
las
piernas
y
los pies.
Calmé
la sed de la piel y del hurto.
Herí
al poema y lo salpiqué de culpas.
Cumplimos
los objetivos de esa noche:
matamos
dos pájaros de un tiro.
Javier
Bautista Muñoz (Tlaxcala, 1991). Poeta. Estudiante
de Lingüística y Literatura Hispánica en la BUAP. Ha colaborado en la primera edición de la
revista Puntos suspensivos (2010), y
en la edición digital de la Revista
Cuatro Patios (2014), ambas del Colegio de
Lingüística y Literatura Hispánica de la BUAP; así como en la revista El Humo (2015).
Miembro activo del Taller de poesía impartido por Álvaro Solís, Alí
Calderón y Gustavo Osorio de Ita en el mencionado colegio. Ha asistido al
taller de narrativa impartido en el Instituto Tlaxcalteca de Cultura (ITC) por
Laura Rivas en el 2012. Actualmente desarrolla
proyectos de difusión lingüística y literaria.