lunes, 12 de octubre de 2015

Poemas de Melissa Nungaray Blanco

1
El infierno es el aquí y el ahora
donde sólo existen los segundos.
Erupcionará la tierra,
 la lava dominará el elocuente espectro,
las nubes cerrarán sus caminos,
la bóveda celeste cerrará el puente a la victoria,
la voz de la llamarada se escuchará
en el glacial indiferente,
la naturaleza de lo perspicaz desafiará al tiempo,
 las nubes bajarán donde alberga el instinto.
Vida tras vida deambulando la ferocidad de la muerte.

2
Altura desértica en la textura de la solemnidad,
 titubeante raíz occidental.

Caer y sostener el gran arsenal
sosiega en andantes palabras cristalina gloria.
Rostro estante en alborada providencia
 balanceándose en la acritud del bosque,
infancia adiestrada al caudal en voz de aurora.

Las secuelas de la frialdad salvan la neblina
en el osario antártico del cielo en jaula
de tierra blanca perdida en penumbra,
de las nubes respiro la intacta pulcritud emblemática,
 del cosmos aíslo la extensión atávica de mi nombre.

3
He ayudado a la contribución eterna de la discordia,
observando y queriendo estar en el último lugar
que está próximo a vivir,
instancia auténtica que practica su labor
 en honor de la charla infinita
que se va con el ave en pulsos agraviados,
 no contribuye a la disgregación
que hace una estancia al par con la mirada del hombre,
que se ha ido acercando con su espectro
desfragmentándose en las flores
lanzándose a la caverna,
sin júbilo escuchamos:
¿ya están?
Os cedo la llegada.


4
Me quedo en ese círculo
o pedazo de tierra con sabor a miel,
gracias a la licencia que me han dado
como anticipo de raíz
concretamente ilustrada en arcos
que hablan mucho al ir concluyendo el vuelo
 de adefesios que sanamente se atrevieron a dudar
de la respuesta planteada en el agua
 que a cada paso derramó una especie entrañable
donde sólo sabe e ingiere el viento.
—Es el señor del tiempo—
Grita el búho encontrado en las cenizas de la lluvia,
sin considerar el resplandecer de la cercanía
 que se siente en las venas,
 que transcribe la pura e infinita posibilidad
de ir muriendo en cada fonema que no entiendo.
Fotografías en un cuento de armonía que aparecen
 en mi mente.
Ahora recuerdo la triste y maravillosa destrucción

5
Autenticidad del aire,
lucidez que vuelve a mí
implorando esa querida ansiedad de la corriente.
Mar adentro, la frondosidad de los seres.
 Mítica es la palabra para definir los labios
que se agrandan sobre la tierra.
Una mirada muy amplia
panorámica en las sombras,
ángeles me llaman hacia allá.
No son ellos,
es la sangre la que me habla de sonidos errantes.
Ojos, pulcra armonía.

6
Estoy en la casa del doble arco,
pasión que las sombras me arrebatan.
Doble acción natural al aparentar el transporte
con el hombre sumergido en agua,
en el duelo con las cabezas.
Nueve árboles
 a ciegas del rostro turbante,
perfecto abrigo del misterio.
Enfoque perdido por las voces
pasando la eternidad en el instinto final.
Iré por la mañana en las manos del bosque
con la fortuna del encuentro,
se pierde la acción al momento de estar.
Meterán las cabezas al cielo
hasta ahogar las hiedras puras del sentido
que se va alejándose con sus tres visionarias ramas
entrando en los pasos que se retiran.