Mujer
con cometas
Mujer de rodillas inconsútiles, pies que
Jesucristo pelearía por lavar
muslos largos y luminosos, como días de mi
infancia
gravedad atemperada, irresistible geometría
y pensamientos cochambrosos
iría por ti a la península del exilio
y de regreso me traería una tajada de sol
para siempre verte bien
de manera que todos tus pliegues muestren
su milimétrica sinuosidad
A la noche la está atravesando un cometa de
alcohol
y
las estrellas, ebrias, se desparraman…
sí, como uno de esos que exterminó a los
dinosaurios, pero sin pisto
y me imagino a dos de esas homéricas
bestias
en telúrica cópula cuando el pinche cometa…
hablando de tiempos pasados me acuerdo de
una mujer
que se creía muy lista y hablaba de un
infarto del mioceno
y del surimi que azotó Indonesia, y yo me
oriné dos veces de la risa
hasta que pensé ah, cabrón, ¿y si esas
fueran metáforas profundísimas?
¿y si
se me escapó el contexto?,
¿y si el pendejo fuera yo?
ah, cuento todo tal cual, por si las dudas…
Y estábamos en lo de la noche y el cometa
de alcohol
y
sus estrellas diseminadas, como esperma de un dios
que ninguna religión ha podido circuncidar
esta noche veremos si tu lengua afilada
para despuntar ideas
posee también la lucidez
como para contar todos los besos
que le daré
cincelaré los blasones de tus pezones
certificaré su vigencia de cerezo y su
antigüedad de pirámide
mojaré, sin temor, mi lengua con artritis en la vaguada de tu
vientre
seré un obediente caníbal, los filos de un ay
y un susurro
esta será una noche ilimitada
no me quejaré si me haces lo que la
Schneider a Brando
no importa que me esmaltes el culo
ulularé en
francés oui très bien
¿traes
el cortaúñas?, me gusta el rojo profundo
cutícula
desdentada, topo que acaricia las
raíces del heliotropo
dame tu saliva ortopédica, tu organigrama
de curso de verano
el pentagrama de tus cejas, el ritornelo de
tu risa
el alarido que has guardado en tus
intestinos
la composición química de tu aliento
puedes hacer lo que quieras de mí
cortarme en tres o en cuatro o en ocho
partes
y armarme como mecano
o rebanarme como corte americano
por
cierto, oiga, ¿si le dije que el
rib eye lo quiero término rojo?
ah,
bien, y tráigame otro Macallan
poner
el trasero esmaltado donde estaba
la cabeza
no
importa que en vez de eructos aviente pedos
que
mis oídos olfateen y mi nariz oiga
insertar los codos donde estaban las
rodillas
lo que quiero es que conmigo te quedes
porque te quiero
te ofrezco mi pequeño planeta sepia a
cuotas
donde sólo cabemos nuestros sueños, tú y yo
y a fin de hacerte más accesible el viaje
ven, súbete a la cola del cometa que pasa
por este poema…
Los
oficios de mi madre
La Vía Láctea te daba la leche para el
desayuno
Centéotl ponía en tus manos un poco de maíz
y
alguna moneda habría en un cajón para lo demás
Apagabas las estrellas, que te habían servido
para ver si tus hijos dormían bien
al pantalón naranja del orto le zurcías una
bastilla
peinabas los bucles de nube del día
planchabas la camisa zarca del cielo
y le confeccionabas unos huaraches
para que se le orearan los pies ligeros
como si fuera otro de tus hijos
ah, y también lo regañabas si le daba por
ponerse travieso
si, por ejemplo, venteaba o se nublaba de repente
Los rincones, poco a poco, se iban despabilando
el
café estaba listo sobre el mantel azul y blanco
y el pretil de la cocina era un río de olores
mientras partículas de polvo navegaban por
el aire
como vilanos por campos floridos
Saludabas a tus plantas y flores
y
podía darse el caso de que tu rosal se quejara contigo
de la impertinencia nocherniega del romero
El sol se presentaba por completo y
quería guisar los frijoles
y tú le decías que mejor posara sus manos
de niño
en la frente agnóstica de tu primogénito
porque ya era hora de levantarse
Sus pláticas solían girar acerca de temas
simples
como el raro pegamento que unía a la familia
o la vida,
en términos generales, esa cosa peligrosa que le pasa a uno
y luego,
él vería el reloj y calculaba que estaba en retraso
y te decía, bueno, ya tengo que irme, y tú,
hijo, que te vaya bien
que Dios te acompañe, y él, si quieres que
me acompañe
dale para el pasaje del camión porque yo no
se lo voy a pagar
exorbitante prerrogativa que le permitías
tú, católica, que sabías que el amor a un hijo
está encima del que pueda tenérsele a
cualquier dios
para luego mirarlo con resignado e
inevitable amor
Un día la lluvia te reverenció yéndose a mojar las pláticas
de las comadres en la parte poniente de la cuadra
dejando
seca la oriente conversación que sostenías
con tu comadre afuera de la casa
Jamás dejaste tus cigarros sin filtro
que te provocaban ataques de tos
los cuales se yuxtaponían con los de risa
y era memorable la sonrisa en tus ojos
cuando eso sucedía
Cómo hiciste, madre, para sobrevivir a todo
a la
enfermedad de mi padre, al asesinato de Juan
a tener tantos hijos, a los conflictos día a día
que, sumados, son como un maldito tsunami
emocional
Te daba un poco de vergüenza no haber
estudiado
pero lo que nos enseñaste en ninguna
escuela lo enseñan
no sabías
decir con corrección
“seguramente”
pero, madre, sí sabías lo que
significan dignidad y orgullo
qué podían decirte los sabuesos que
vigilaban la casa en sus autos
cuando los confrontabas por pretender quitarte a Manuel
mantuviste la calma cuando estuvo
desaparecido
y luego
les hiciste saber que lo querías de regreso
Ojalá fuera posible que me contaras cosas
ignoradas por mí
y eso no tiene nada que ver con ningún
fenómeno religioso
ojalá cuando me toque bajar la cordillera
de la vida
te encuentre detrás de una mesa con un mantel a cuadros
y un
par de tazas de café
y puedas responder mi peregrina curiosidad
eso sí, muy temprano
antes de que ordenes y prepares el día
como cada día
Ambidiestro
La diestra, que era la mano de beber
de escribir y de las puñetas
un día,
como en un cuento de Alfonso Reyes
se me puso
rebelde, separatista y violenta
Le dio
por intentar estrangularme
me dio
golpes, cachetadas, arañazos
si yo
le decía que agarrara el tarro con cerveza
buscaba
golpear a mi perro
que echaba
a correr al ver ese esperpento
sobre su cabeza
si había
desnudas nalgas a su disposición
prefería
jugar póker con sus estúpidos dedos
si yo
pretendía escribir un poema
firmaba
un pagaré en dólares que no podía pagar
Entrené a la izquierda a fin de que hiciera
lo que la
derecha se negaba a hacer
literalmente tuve siniestras borracheras
alguna mujer confesó que nunca su piel fue
acariciada
por mano más suave que la mía
y
pude escribir un libro del que
dijo un poeta conspicuo
que no era un libro de poemas, pero sí era un gran libro
La diestra
estaba tan henchida de envidia y odio
que una noche la apuñaló y debieron ponerme
injertos
Aproveché un descuido y me la corté con un hacha
y nomás al soltar el arma, pude
percibir la macabra seña
promesa de muerte que la izquierda me dirigía…
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Ernesto
Esparza (Tlaquepaque, Jalisco, 1972), con la inocencia del niño que afirma que
Santa Claus sí existe y la ingenuidad
del ciudadano que todavía cree en las promesas de los políticos, ha participado en diversos concursos
literarios de novela y cuento donde, por supuesto, no ha ganado nada. Tiene
alrededor de 15 cuentos en busca de editor. Ha publicado en la revista digital El Grito Literario unos cuantos poemas. En
noviembre del 2015 el sello editorial Rayuela le editó su primera novela
llamada Hasta morir.