viernes, 5 de agosto de 2016

Poemas de Ernesto Esparza





Mujer con cometas

Mujer de rodillas inconsútiles, pies que Jesucristo pelearía por lavar
muslos largos y luminosos, como días de mi infancia
gravedad atemperada, irresistible geometría
y pensamientos cochambrosos
iría por ti a la península del exilio
y de regreso me traería una tajada de sol
para siempre verte bien
de manera que todos tus pliegues muestren su milimétrica sinuosidad
A la noche la está atravesando un cometa de alcohol
y  las estrellas, ebrias, se desparraman…
sí, como uno de esos que exterminó a los dinosaurios, pero sin pisto
y me imagino a dos de esas homéricas bestias
en telúrica cópula cuando el pinche cometa…
hablando de tiempos pasados me acuerdo de una mujer
que se creía muy lista y hablaba de un infarto del mioceno
y del surimi que azotó Indonesia, y yo me oriné dos veces de la risa
hasta que pensé ah, cabrón, ¿y si esas fueran metáforas profundísimas?
¿y si  se me escapó el contexto?,  ¿y  si el pendejo fuera yo?
ah, cuento todo tal cual, por si las dudas…
Y estábamos en lo de la noche y el cometa de alcohol
y  sus estrellas diseminadas, como esperma de un dios
que ninguna religión ha podido circuncidar
esta noche veremos si tu lengua afilada para despuntar ideas
posee también  la lucidez  como para  contar todos los besos que le daré
cincelaré los blasones de tus pezones
certificaré su vigencia de cerezo y su antigüedad de pirámide
mojaré, sin temor,  mi lengua con artritis en la vaguada de tu vientre
seré un obediente caníbal, los filos de un ay y un susurro
esta será una noche ilimitada
no me quejaré si me haces lo que la Schneider a Brando
no importa que me esmaltes el culo
ulularé en  francés oui  très  bien
¿traes   el cortaúñas?, me gusta el rojo profundo
cutícula   desdentada, topo que acaricia  las raíces del heliotropo
dame tu saliva ortopédica, tu organigrama de curso de verano
el pentagrama de tus cejas, el ritornelo de tu risa
el alarido que has guardado en tus intestinos
la composición química de tu aliento
puedes hacer lo que quieras de mí
cortarme en tres o en cuatro o en ocho partes
y armarme como mecano
o rebanarme como corte americano
por  cierto, oiga,  ¿si le dije que el rib eye lo quiero término rojo?
ah,  bien,  y tráigame otro Macallan
poner  el trasero  esmaltado donde estaba la cabeza
no  importa que en vez de eructos aviente pedos
que  mis oídos olfateen y mi nariz oiga
insertar los codos donde estaban las rodillas
lo que quiero es que conmigo te quedes porque te quiero
te ofrezco mi pequeño planeta sepia a cuotas
donde sólo cabemos nuestros sueños, tú  y yo
y a fin de hacerte más accesible el viaje
ven, súbete a la cola del cometa que pasa por este poema…



Los oficios de mi madre

La Vía Láctea te daba la leche para el desayuno
Centéotl ponía en tus manos un poco de maíz
y  alguna moneda habría en un cajón para lo demás
Apagabas las estrellas,  que te habían servido
para ver si tus hijos dormían  bien
al pantalón naranja del orto le zurcías una bastilla
peinabas los bucles de nube del día
planchabas la camisa zarca del cielo
y le confeccionabas unos huaraches
para que se le orearan los pies ligeros
como si fuera otro de tus hijos
ah, y también lo regañabas si le daba por ponerse travieso
si, por ejemplo, venteaba o se nublaba de repente
Los rincones, poco a poco,  se iban despabilando
el  café estaba listo sobre el mantel azul y blanco
y el pretil de la cocina era un río  de olores
mientras partículas de polvo navegaban por el aire
como vilanos por campos floridos
Saludabas a tus plantas y flores
y  podía darse el caso de que tu rosal se quejara contigo
de la impertinencia nocherniega del romero
El sol se presentaba por completo y quería  guisar los frijoles
y tú le decías que mejor posara sus manos de niño
en la frente agnóstica de tu primogénito
porque ya era hora de levantarse
Sus pláticas solían girar acerca de temas simples
como el raro pegamento que unía a  la familia
o la vida,  en términos  generales,   esa cosa peligrosa que le pasa a uno
y luego,  él vería el reloj y calculaba que estaba en retraso
y te decía, bueno, ya tengo que irme, y tú, hijo, que te vaya bien
que Dios te acompañe, y él, si quieres que me acompañe
dale para el pasaje del camión porque yo no se lo voy a pagar
exorbitante prerrogativa que le permitías
tú, católica,  que sabías que el amor a un hijo
está encima del que pueda tenérsele a cualquier  dios
para luego mirarlo con resignado e inevitable amor
Un día la lluvia te reverenció yéndose  a mojar las pláticas
de las comadres en  la parte poniente de la cuadra
dejando   seca la oriente conversación que sostenías
con tu comadre afuera de la casa
Jamás dejaste tus cigarros sin filtro
que te provocaban ataques de tos
los cuales se yuxtaponían con los de risa
y era memorable la sonrisa en tus ojos cuando eso sucedía
Cómo hiciste, madre,   para sobrevivir a todo
a  la enfermedad de mi padre, al asesinato de Juan
a tener tantos hijos, a los  conflictos día a día
que, sumados, son como un maldito tsunami emocional
Te daba un poco de vergüenza no haber estudiado
pero lo que nos enseñaste en ninguna escuela lo enseñan
no sabías  decir con corrección  “seguramente”
pero, madre, sí sabías lo que significan   dignidad y orgullo
qué podían decirte los sabuesos que vigilaban la casa en sus autos
cuando los confrontabas por pretender  quitarte a Manuel
mantuviste la calma cuando estuvo desaparecido
y luego  les hiciste saber que lo querías de regreso
Ojalá fuera posible que me contaras cosas ignoradas por mí
y eso no tiene nada que ver con ningún fenómeno religioso
ojalá cuando me toque bajar la cordillera de la vida
te encuentre detrás de una mesa con un  mantel a cuadros
y  un par de tazas de café
y puedas responder mi peregrina curiosidad
eso sí, muy temprano
antes de que ordenes y prepares el día
como cada día


Ambidiestro

La diestra, que era  la mano de beber
de escribir y de las puñetas
un día,  como en un cuento de Alfonso Reyes
se me puso  rebelde, separatista y   violenta
Le dio  por intentar estrangularme
me dio   golpes,  cachetadas,  arañazos
si yo  le decía  que agarrara  el tarro con cerveza
buscaba  golpear  a mi perro
que echaba  a correr al ver ese esperpento
sobre su cabeza
si había   desnudas nalgas a su disposición
prefería  jugar póker con sus estúpidos dedos
si yo  pretendía escribir un poema
firmaba  un  pagaré en  dólares que no podía  pagar
Entrené a la izquierda a fin de que hiciera
lo que la  derecha  se negaba a hacer
literalmente tuve siniestras borracheras
alguna mujer confesó que nunca su piel fue acariciada
por mano más suave que la mía
y  pude escribir un libro del  que dijo un poeta conspicuo
que no era un libro de poemas, pero sí  era un gran libro
La diestra  estaba tan henchida de envidia y odio
que una noche la apuñaló y debieron  ponerme  injertos
Aproveché un descuido y  me la corté con un hacha
y nomás al soltar el arma,   pude   percibir la   macabra   seña
promesa de muerte que la izquierda  me dirigía…



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Ernesto Esparza (Tlaquepaque, Jalisco, 1972), con la inocencia del niño que afirma que Santa  Claus sí existe y la ingenuidad del ciudadano que todavía cree en las promesas de los políticos,  ha participado en diversos concursos literarios de novela y cuento donde, por supuesto, no ha ganado nada. Tiene alrededor de 15 cuentos en busca de editor. Ha publicado en la revista  digital  El Grito Literario unos cuantos poemas. En noviembre del 2015 el sello editorial Rayuela le editó su primera novela llamada Hasta morir.