Rape me; Nirvana.
A don
Alberto le explican
…que
por las circunstancias de lo sucedido es imposible conseguir u otorgar la
dispensa legal. Forzosamente se tiene que seguir el procedimiento establecido
por la ley. Para evitar complicaciones o algún malentendido mayor.
A don Alberto le dicen
…que el
presidente municipal pone a su entera disposición una patrulla. Para no perder
tiempo y así llegar lo más pronto posible al semefo de la región.
A don Alberto le hacen ver
…la
indignidad de hacer el viaje en camioneta. Preferible de una buena vez contratar
los servicios de la funeraria. Que ellos sean quienes vayan y vengan. Aparte,
la ventaja de regresar con el cuerpo en su ataúd. Pues allá está el negocio
matriz.
A don Alberto le avisan
…de la
llegada de la carroza fúnebre. Sube en ella. Desea y necesita hacer ese viaje,
de su pueblo Zacoalco, a Zapotlán el Grande. Donde se encuentra el semefo
regional, en la facultad de veterinaria, en el centro universitario de la
región del sur. Don Alberto desea y necesita acompañar a su Mariana.
A don Alberto no le importa
…el
vacío plantel escolar. La soledad de los pasillos, la falta de alumnos y
personal docente o administrativo. No le interesa la fiesta de la ciudad. No
quiere saber de los carros alegóricos ni del señor San José. Le pesa ese
festivo día de octubre. A don Alberto sí le importa cuando los de la funeraria
entran a ese improvisado anfiteatro, cargando en la camilla a su Mariana.
Don Alberto espera
…sentado.
Con los codos sobre las rodillas. La espalda inclinada, el sombrero entre las
manos, girándolo; despacio. Tiene la vista clavada en el piso de azulejo, en el
angosto y pequeño canal que rodea la mesa de disección. En el agua y los hilos
de sangre que despacio gotean en el desagüe. Respira; larga y profundamente.
Exhala, entrecerrando los ojos; inhala esa tan aséptica limpieza. Don Alberto
espera en el salón de anatomía.
Don Alberto entró
…al ver
la puerta entreabierta. Después de salir el doctor que dijo iría a su oficina,
“se ocupa la firma del emepé. En lo que llega aprovecho para revisar unos
papeles”. Después de salir los de la funeraria que dijeron tenían hambre, que
irían a las tortas, “¿no gusta una don?, si quiere se la traemos”. Don Alberto
no aguantó la tentación de entrar. De estar con su Mariana.
Don Alberto escucha
…el
silencio que lo envuelve. Oye y siente el vacío de ese enorme salón, de su
pecho, en su estómago. Espera con paciencia; al médico y a los de la funeraria.
Don Alberto escucha caer una gota tras de otra, cada vez más espaciadas, cada
vez con menos fuerza.
Don Alberto siente
…el
aire húmedo y frío. La mirada del conserje que brevemente se asomó por la
puerta. Las yemas de sus dedos sienten la palma del sombrero, con las uñas
rasca los hilos del mismo. Don Alberto siente dentro de él, allá muy adentro.
Don
Alberto mira
…las
ventanas, los árboles, por todas partes los pequeños cuadros de azulejo.
Blancos azules rojizos. La bata arrugada sobre el respaldo de la silla. Mira y
recorre el desnudo cuerpo frente a él:
las piernas la cadera el torso los brazos. El pelo. Don Alberto mira a
Marianita, su hija.
Don Alberto recuerda
…que
hace más de dos años murió Mariana, su esposa. De cáncer de seno. Prefirió
dejárselo avanzar y de ese modo ofrecerle un sacrificio al sagrado corazón, al
señor a Dios y a la virgen. No olvida los trapos con sangre y pellejos, en el
lavadero; a diario. Ni el boquete de carne viva en el costado de Mariana, su
mujer. Don Alberto recuerda la mañana de hoy. Despertándose crudo, yendo al
patio a orinar. Y luego de hacerlo descubrir en la viga del tejaban la soga y
en ella, a Marianita, su hija; suspendida en el aire. Flotando igual que su
largo cabello… Don Alberto se levanta, deja el sombrero en la silla. Se acerca
al borde de la mesa y contempla
…la
gruesa y larga cicatriz recién hecha. Recién cosida. Que va desde el pecho
hasta el vientre de Marianita, su hija. Contempla su cuerpo, quiere verla niña
pero se da cuenta que a sus casi diez y ocho es una mujer. Don Alberto la
contempla y se pregunta ¿cuándo fue que
creciste…?
Don Alberto toma en la mano un mechón de
cabello, lo revuelve entre sus dedos y se reclama
…por
ignorar los sentimientos de Marianita. Por no poner atención a sus juntas. A
sus amistades. Por ahogar en tequila música y parrandas la atención que su hija
ocupaba. Por no hacer caso a las habladas y los chismes de la gente en el
pueblo. Tantas veces le dieron a entender… la comadre le dijo que le había
dicho a Marianita su ahijada que ese muchacho no le convenía, “nomás la iba a
usar…” el compadre le contó que los habían hallado en la calzada…
Don Alberto piensa
…Marianita de seguro tiene frío. Se quita
la chamarra de mezclilla y la cubre, suavemente. Piensa en lo que pudo y debió
decir. En aquello que calló y no hizo. En haber podido compartir en lugar de
exigirle. Don Alberto piensa que no pensó.
Don Alberto se acerca
…para
besar la frente de Marianita, su hija. Para llenarle el rostro de llanto, con
las lágrimas de cuando novio le gustaba untar en las mejillas de Mariana, su
mujer. Lágrimas de sueño y risas en aquel entonces, no de dolor y pérdida como
ahora. Don Alberto se acerca y besa el rostro de Marianita su hija; tan
parecido y tan igual al de Mariana su mujer. Don Alberto besa y abraza a
Marianitasuhija a Marianasumujer a MarianitaMarianaMarianitaMarianaMarianita…
*Se
sugiere una segunda lectura de este cuento, teniendo como fondo la canción rape me del grupo de rock Nirvana.
Escucharla dos veces seguidas y leer el
resto en silencio.